Conocerse a uno mismo parece una frase trillada y que se viene trillando desde hace unos miles de años, más o menos desde el arquitecto que la escribió en el templo de Apolo en Delfos hasta ahora. Pero aunque la frase en sí esté trillada, la necesidad sigue siendo igual de vigente. Tal vez más vigente incluso, si pensamos cuan poco sabemos realmente de nosotros mismos. Lo notemos o no, los juegos de rol rescatan una necesidad básica del alma: expresarse en su lenguaje mitológico. Las clases de personaje como el guerrero, el bardo, el pícaro, etc, rescatan en este lenguaje formas y facultades elementales de nuestra personalidad: la firmeza del carácter, el apasionamiento o la sagacidad, respectivamente. Entender la idea detrás de cada una de estas clases de personaje puede abrirnos los ojos para comprendernos a nosotros mismos a partir de los personajes que nos gusta o los que más nos cuesta interpretar.
Mirarse
¿Sé realmente lo que quiero? ¿en qué soy bueno? ¿por qué mi pareja, mis padres o mis amigos actúan como lo hacen? En fin, ¿entendemos a la gente? Si poco sabemos de ellos, la verdad, menos sabemos de nosotros mismos.
La única manera de comprender realmente a los demás es conociéndose uno. Lo digo tal cual, aunque suene a frase repetida, porque no es que hayamos hecho algo al respecto. No se educa para conocerse. Es más, si estuviese entrando al templo de Apolo y me dijeran “conócete a ti mismo”, lo primero que se me viene a la mente es “¿cómo se supone que haga eso?”.
En cualquier caso, esta entrada no es ninguna fórmula mágica para hacerlo. La verdad es que es una pregunta profunda, del tipo que en estos tiempos se tienden a evitar dado que la medicina no ha conseguido una respuesta de receta. De alguna manera, la ciencia a la que le tocó hacerse cargo de esas preguntas fue la psicología. La frase se podría parafrasear como “conoce tu propia psique”. ¿Para qué? No nos suelen explicar que los trastornos psicológicos, la depresión, la ansiedad, de alimentación, etcétera, acontecen por la falta de autoconocimiento. Por esta razón comparto este artículo, pues cada vez son más los pacientes que me agradecen cuando les explico lo más básico de los arquetipos heroicos. Así que aquí vamos.
Clases de personaje como arquetipos heroicos
Antes que nada… ¿Arquetipos? Un breve resumen, porque entender este concepto también abre tu mente. Haciendo una línea del tiempo de la psicología como ciencia, primero se estudió la conciencia, la forma en que pensamos, aprendemos, nuestra identidad. Con Freud, se consensuó que cada individuo tenía también un inconsciente, donde se alojan los recuerdos traumáticos básicamente. Jung, discípulo de Freud pero de quien luego se separó, dijo que hay algo más aparte de la consciencia y el inconsciente. Todo eso se forma en nuestra vida; de las experiencias positivas, nuestra identidad, nuestra consciencia. De las negativas, lo que rechazamos, nos atemoriza, lo que deseamos en secreto, nuestro inconsciente. Todo eso es a nivel personal.
Como especie, como raza humana, tenemos cualidades únicas. Así como tenemos instintos, un misterio en sí mismo por cierto, que nos guían en nuestras conductas “físicas”, también tenemos arquetipos, que guían nuestra conducta psicológica. Por ejemplo, cuando escribo aquí “Madre”, antes que describa nada más, cada lector imaginará algo diferente PERO todas tendrán algo en común. Te pregunto, lector ¿qué es eso que tienen en común? Mientras te respondes, déjame decirte que estás hablando del arquetipo de la madre. Un patrón, una semántica, que no es buena ni mala en sí misma. Que no tiene un contenido definido, pero sí una forma y una experiencia emocional.

Los arquetipos, entonces, son el inconsciente de la especie humana, forman lo que Jung llamó “inconsciente colectivo”. Y aunque no son infinitos, sin duda son muchísimos. Verlo así, la tarea de conocerse a uno mismo parece un poco imposible. Sin embargo, hay un arquetipo que engloba a todos los demás y es el arquetipo del héroe. ¿Por qué los engloba? Porque el héroe se define por quien hace un camino, el famoso “viaje del héroe”, que es el camino que hacemos nosotros cada vez que nos enfrentamos a algo que en un principio nos supera, pero que luego de recibir la ayuda que necesitamos, al final logramos enfrentar a ese monstruo y transformarnos en ese acto. Por eso es también el arquetipo de la trascendencia, que amplía nuestra mente, que nos hace madurar.
Necesité decir todo esto para al fin hablar de lo que pretendo. No podía simplificar más la introducción sin quitarle la profundidad mínima que requiere el tema. Aunque el arquetipo del héroe es uno, se manifiesta en cinco formas que también tienen un determinado patrón y función, por ello hablo de cinco arquetipos heroicos.
Retomemos… Lo más esencial es que encarna la fuerza para desarrollarnos, superar problemas, ampliar nuestra consciencia. Si podemos distinguir tipos de problemas, también podemos diferenciar tipos de héroes.
El Guerrero
Cuando los desafíos están a nuestra altura y tenemos la capacidad de enfrentarlos, pero nos da miedo hacerlo, nos falta valor, o la disciplina para trabajar duro por ello, o el carácter firme para decir lo que necesitamos decir, estamos frente a una problemática del Guerrero. Es el arquetipo capaz de movilizar la rabia en su forma creativa, movilizadora y activadora. Nos da el coraje para hacerle frente a esos problemas y al final del día poder superarlos. Es quedarse estudiando toda la noche hasta aprender la materia de la prueba; es plantarte firme cuando tienes que defender lo que piensas; es hacer esa crítica constructiva, que sabes que puede herir sentimientos pero que al final le va a ayudar. Se puede pensar en símbolos de guerreros que encarnan el sentido del arquetipo como Leonidas, el rey espartano que con solo 300 combatientes dio cara al imperio persa, o a Juana de Arco, que aún siendo campesina se plantó frente al rey de Francia para asumir la responsabilidad de liberarla. Personalidades actuales, por ejemplo, sería Michael Jordan, cuyo espíritu de competitividad lo llevó a exigirse al límite de convertirse en el mejor.


El Sacerdote
Pero no todos los desafíos se pueden enfrentar como guerreros. Muchas veces la problemática nos supera o ya nos aconteció la desgracia que suponía. ¿Cómo superar el desafío cuando sufrimos un duelo? No importa el esfuerzo, la persona que queríamos no va a volver. Cuando no hay solución y solo hay dolor o malestar, el arquetipo heroico es el Sacerdote. Muchas veces solo queremos rendirnos, renunciar, boicotearnos, viendo el futuro sin esperanza. Cuando vemos a estas personas desde afuera, podemos pensar “aguanta, va a pasar”. El sacerdote como figura es aquella que lidia con el mal, que lo aleja, que aguanta. Es la lucha contra los sentimientos de culpa o de vergüenza. La fortaleza para no caer en esa tentación de renuncia. Cuando es fuerte, nos muestra que pese a todo lo sufrido, vamos a estar bien, y cuando nos recuperemos estaremos más fuertes. Incluso pensar que eso que nos ocurrió fue para bien, aceptándolo y dándole sentido. Ejemplos que simbolizan el arquetipo podrían ser Madre Teresa de Calcuta, premio nobel de la paz por ayudar a los pobres, o Francisco de Asís por la compasión que sentía por otros.

El Pícaro
También hay situaciones donde el desafío nos queda grande pero aún no nos ha acontecido, por suerte. Es lo que se percibe como “peligros”, lo que nos activa nuestro estado de alerta y nos somete al miedo de la supervivencia, que cuando es muy alto se manifiestan en trastornos ansiedad. Es el bully de la escuela, es reconocer al asaltante que nos viene siguiendo hasta la casa, es esa persona en el trabajo que nos quiere perjudicar. El peligro no siempre viene de afuera. A veces dependemos de una salida astuta para conservar el pellejo, pues siendo frontales terminaríamos aplastados. Todas estas situaciones representan el manejo del miedo, embragándolo para que no nos paralice ni nos haga correr desesperados, sino que nos aumente las revoluciones para actuar con rapidez y eficacia, salvando el día con una idea pensada “fuera de la caja”. Personajes del género picaresco clásico que representan este arquetipo son Tom Sawyer, a quien ser niño, pobre y débil no le impedía conseguir lo que quería. Pedro Urdemales, en la literatura latinoamericana, es famoso por engañar al mismo diablo. Un ejemplo de la actualidad es el personaje Saul Goodman, de la serie Better Call Saul, que logra hacerse un nombre como abogado a fuerza de astucia.


El Mago
Cuando el problema que enfrentamos no tiene una solución aparente o parece imposible abordarlo de frente, recurrimos a nuestra creatividad. Este es el terreno del arquetipo del Mago. Ya reconociendo el problema, se transforma su mente en una isla donde pasará el tiempo que sea necesario imaginando y pensando y reflexionando hasta encontrar la respuesta. Es el arquetipo que se enfrenta a las preguntas difíciles. El artista que busca en su imaginación la expresión perfecta. Es el arquetipo que guía nuestros pensamientos hacia la respuesta honesta, aquella que nace de nuestra verdad, a la que llegamos tras largos procesos solitarios. Como un hermitaño que se fue a la montaña a pensar. Como un chamán pidiendo consejo a los ancestros. Como un filósofo contemplando en busca de respuestas. Si el pícaro es la inteligencia adaptativa, rápida y práctica del animal que busca la supervivencia, el mago es la inteligencia meditativa, lenta y abstracta que busca elevar el espíritu. De ahí que el Mago como símbolo represente más sabiduría y consejo, que “poderes mágicos”, si pensamos en personajes como Merlín o Gandalf. De nuestra historia, podemos pensar en figuras como Marie Curie o Albert Einstein.



El Bardo
Finalmente, hay problemáticas que surgen de la falta de problemáticas. Del aburrimiento. La rutina, la monotonía, el no saber qué hacer con el tiempo. El no saber lo que uno quiere. Todas estas situaciones nos llevan a un estancamiento emocional desesperante. Solo nos calmamos cuando logramos conectarnos con lo que nos gusta, con nuestra pasión, lo que nos excita o lo que deseamos. Cuando el deseo aparece frente a nosotros y nos llama a seguirlo como enamorados. Esa es la esencia del arquetipo del bardo. El bardo es en sentido general un poeta, como un juglar, un trovador. Se mueve por el deseo, atraido por la curiosidad o empujado por la pasión. Sus experiencias siempre lo llevan a generar relaciones cercanas con el mundo social, porque ahí está lo que quieren. Su pasión personal es contagiosa, lo que los vuelve atractivos, carismáticos y su forma de expresarse es intensa, se hacen oír persuasivamente. Este arquetipo lo proyectamos en ídolos musicales o estrellas del cine, en personajes como Michael Jackson o Marilyn Monroe.

Para terminar
Todos tenemos de estos cinco arquetipos, pero probablemente unos más desarrollados que otros. Si juegas rol, podrías pensar en cuáles son las clases que más juegas, cuáles te gustaría jugar y cuáles sencillamente no van contigo. Dicho esto, podrías reflexionar si las clases que juegas representan como arquetipos tu forma de ser, o si las clases que te gustaría jugar representan cómo te gustaría ser, y finalmente si las clases que rechazas son también tu arquetipo más débil de tu forma de ser.
Más allá de las clases que hayas elegido si es que has jugado rol, te invito a que hagas el siguiente ejercicio dividido en dos partes: la primera es ordenar los cinco arquetipos desde el que más te representa hasta el que menos te representa en tu forma de ser. Ahora piensa en las tres principales fortalezas de tu personalidad. ¿Están relacionadas con los dos primeros arquetipos que elegiste? Piensa en una debilidad. ¿Se relaciona con el arquetipo que ubicaste en el último lugar?
Puedes hacer este ejercicio también con personas cercanas, como tus padres, pareja, amigos, hijos, etc. Ordena tú cómo están ordenados estos arquetipos. Probablemente puedas pensar cosas como “por eso mi papá es tan directo y tan poco empático, porque tiene primero el Guerrero y último el Sacerdote”, o “mi amigo que es muy inteligente, pero a la vez socialmente muy inepto, puede ser Mago y tener al último el Bardo”, y así.
Espero te haya resultado útil toda esta información…
…Dijo el Mago.