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Apuntes sobre Byung Chul Han

Apuntes sobre Byung Chul Han

De Han se infiere que la finalidad es el Tiempo libre, no productivo, el ocio creativo, no obligado, espontáneo. Es la contemplación: la suspensión del estímulo externo, de la alerta excesiva, del multitask, de la satisfacción del instinto, PARA dejar de hacer y contemplar la verdad. Además de la contemplación, el Eros que se nutre en el Otro, en lo diferente, transforma al yo, guía al Logos, transforma el cálculo en reflexión que a su vez transforma a la persona. El Eros como vínculo es la real libertad: Friend & Free tienen la misma raíz.

La Sociedad del Siglo XX: disciplinaria (Orwell, Focault) amos y esclavos: unos pocos imponían un deber, vigilaban y castigaban al que no obedecía. Sociedad del Siglo XXI: cansancio, transparencia (Huxley) el hombre se esclaviza voluntariamente, se autoexplota, ama su esclavitud e ignora ser esclavo, pero al hacerlo se agota hasta el cansancio y la enfermedad (burnout a trastorno mental).

El paradigma es la TRANSPARENCIA, que tiene dos cualidades. La Positividad, que niega cualquier opuesto, conflicto, contradicción, y ensalza lo material-positivo. El Rendimiento: producir bienes de consumo que den placer.

El Tiempo solo es presente e inmediato, eliminando el futuro o el pasado. Está atomizado, no hay acciones entre cada instante, solo instantes sin principio ni fin, por tanto sin sentido.

En ese tiempo presente solo es válido producir objetos consumibles que den placer inmediato y fugaz. Si se sostienen, es apego.

Lo productivo satisface lo inmediato, por lo que no aspira a la transformación. Es hacer que todo funcione ahora, sin anticipar las consecuencias que provoque mañana. No busca transformar el presente a partir de una ideología o sueño, sino manipular la emoción fugaz para tomar acciones que reproduzcan el presente: el consumo.

Las consecuencias que provoca:

El “Individuo” vuelve a ser “divisible” en cuerpo y alma, negando el alma que es lo contemplativo. El cuerpo predomina autoexplotado a producir objetos en el presente hasta el agotamiento, y a consumir objetos que lo reproduzcan sin transformarlo y le den placer. No hay un “Deber Ser” externo; en cambio, sí existe un “Tú Puedes” subliminal, disfrazado de desarrollo-personal o autorrealización, pero siendo en realidad un germen de autoexplotación. La falsa autenticidad de diferenciarme a expensas del otro, la diversificación a través del consumo de cosas diferentes (ropa, música), narcicismo sin amor al otro, sino usar al otro para distinguirme de él. Cuando algo no se puede, aunque la causa sea social, se presume que el fracaso es personal: depresión y estrés. El sufrimiento del fracaso se oculta socialmente y nos avergonzamos de él; pero ese dolor es nuestra intimidad, por lo tanto privamos del alma a lo social al no compartir el dolor. Luego, creamos grupos “minorías” que compensen esa debilidad externamente, pero no como una acción política que transforme la sociedad, sino como una secta oculta.

Estos “cuerpos” se relacionan con otros cuerpos como objetos consumibles y evaluables: me gustan o no me gustan. No son relaciones de confianza, sino de información: debo saber sobre el otro (dónde está, con quién, qué está haciendo). Si es diferente de mí, lo “otro”, es una amenaza a mi ilusión de identidad, y el dolor es un opuesto a negar. Amor narcicista, porque amo lo que es igual a mí. La comunicación no transforma, solo informa datos. El amor es el placer que obtengo de la relación, en mi cuerpo, pero no importa realmente el otro. El placer debe ser garantizado así como la ausencia de dolor: la relación exige garantías como los bienes de consumo: por ende, las relaciones se hacen transparentes (transaccionales, superficiales, seguras, pero vacías). Los cuerpos son mercantilizados. Se forma un modelo de cuerpo ideal para el consumo, al que luego nos sometemos a ser, mostrándolo como mercancía para evaluar su rendimiento, y premiarnos con dinero si es deseable.

La sociedad es un conjunto de cuerpos aislados, uniformes, no hay un “nosotros”. Lo político cumple un rol de gestión, reproduce lo que existe en el presente. Produce bienes de consumo que gusten por ser iguales al consumidor, pero lo igual no transforma. Deja de haber una Masa con una ideología común, pasa a haber un Enjambre: un colectivo de solitarios indignados cuya queja no constituye ni pensamiento ni sentimiento duradero, sino una mera emoción que descarga energía inmediata sin transformar la realidad. La historia de la sociedad es un conjunto de hechos (datos), no un relato con un sentido, sin un futuro esperanzador o un pasado que fundamente el hoy.

En la información están los datos de lo que la gente le gusta y quiere consumir, así se crean productos. El consumo debe ser inmediato, emocional, irreflexivo, sin tiempo para pensar ni discernir lo bueno y lo malo. Así se hace una película, un libro, un programa de opinión: el programa reflexivo que invita a pensar cosas distintas, no es visto y es cancelado. La misma gente no lo prefiere y si lo hiciera pensar, retrasaría el consumo.

El modelo del objeto de consumo ideal se vuelve un ídolo; lo buscamos en la realidad, pero nunca es perfecto y vamos desechando y consumiendo. La imagen y modelo es hiperrealista, sin poesía, sin impacto.

La sensación de libertad viene de no estar vigilados por un poder externo. Pero la vigilancia existe entre los grupos, negándose en sus diferencias. La opinión homogénea surge de la fabricación y consumo de objetos iguales, se instaura como la única, negando las demás opiniones como falsas. Cuando el grupo negado contesta, aparece como “minoría” victimizada que en realidad busca convertirse en la nueva verdad, porque tampoco contempla al otro. La política tampoco propone desde la reflexión modelos transformadores, sino que se amoldan a los deseos del ciudadano-consumidor, manteniendo así el poder, asumiendo un rol de gestionar el funcionamiento del mercado social más que de gobernar. Así se reproduce el modelo neoliberal, casi incapaz de transformación, salvo por el agotamiento, que deviene en trastorno mental, esterilidad y envejecimiento.

Cuando la minoría se ha impuesto como verdad, dejan de haber clases. Queda la persona sin contraparte, volcando toda su energía hacia el rendimiento, feliz de trabajar y consumir hasta el agotamiento mental, depresivo o de estrés. Utiliza el juego como motivador: la rata se hace adicta a la descarga de placer solo cuando no es predecible la respuesta. De igual manera, emprendo sin saber cómo me va a ir cada día, volviéndome adicto. Autoexplotándome. El Capital se disfraza de Felicidad y nos explotamos libremente por conseguirlo; somos nuestros propios amos y esclavos, pero el Capital es la dictadura. Nos hace sentir culpa si no lo producimos, desdichados si no lo tenemos para el consumo, fracasados si no nos resulta generarlo.