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Dilemas morales y arquetipos en la psicoterapia

Dilemas morales y arquetipos en la psicoterapia

En mi experiencia tanto en psicoterapia como en el juego de rol terapéutico, cada vez que estoy en presencia de un dilema moral, siento que estoy viendo con claridad la tensión entre la conciencia y el inconsciente de un individuo. Sin embargo, aunque intuyo que es un dilema moral, su génesis y su comprensión se me escapan del raciocinio. Este ensayo es un intento por comprender el dilema moral.

En una sesión de rolterapia, el dilema se incluye dentro del diseño de la trama, a partir de elementos del paciente que uno comprende como terapeuta. Aun así, lo que puede llegar a ocurrir en la sesión continúa siendo un misterio. Uno diseña una situación para que sea un dilema moral, pero a veces no es percibida como tal. Para responder esto es necesario entender psicológicamente el dilema moral.

En psicoterapia también emergen dilemas morales cuando se ha tomado conciencia de una situación problemática. Cuando el panorama se esclarece y las opciones están sobre la mesa, he observado que sobreviene un estado de shock, seguido de un estancamiento conductual. No se puede tomar una decisión, ni tampoco un curso de acción.

Para comprender ambas situaciones me interesa reflexionar sobre el dilema moral, tanto en el juego de rol como en la psicoterapia, desde el marco de la psicología junguiana.

 

Los dilemas éticos son situaciones en las que un individuo se encuentra bajo dos o más requisitos morales en conflicto, ninguno de los cuales anula al otro. Son fenómenos psicológicos; le ocurren a un individuo subjetivamente, pues para otro individuo podrían no ser percibidos como un dilema. Que una situación sea o no un dilema moral varía de forma subjetiva. No obstante, se habla de dilemas morales en general (objetivos) cuando apuntan a valores morales hegemónicos, como no matar. Pero esta situación asume que es un valor que tenemos todos, cuando un psicópata podría no percibir esta situación como un dilema al carecer subjetivamente de dicho valor.

La filosofía distingue el dilema epistemológico del ontológico. El primero se percibe como dilema por falta de información, mientras que el segundo se presume como un dilema en sí mismo. Desde el marco de la psicología, fuera del debate sobre el Ser o el Bien, si el dilema depende subjetivamente, entonces siempre será epistemológico. Que un dilema sea percibido como ontológico sería una generalización de una subjetividad, asumiendo que ese valor subjetivo es un valor universal. Por ejemplo, si encuentro dinero en la calle y puedo entregarlo a la policía o quedármelo; si los dilemas son ontológicos, uno asume que este es un dilema por sí mismo y no se puede resolver. Si es epistemológico, buscará más información en la situación para poder resolverse. Como la necesidad que podría tener de ese dinero tanto el que lo pierde como quien lo encuentra.

El dilema epistemológico enfatiza que es la ignorancia la que crea al dilema, frente a la postura del dilema ontológico, que asegura que existen dilemas en sí mismos. Igual, no es la intención resolver este “dilema” en este ensayo, sino comprender mejor cómo aproximarnos a un dilema moral epistemológico para facilitar su abordaje. Siento que esta reflexión conduciría al autoconocimiento.

 

La psicología junguiana concibe que existe una parte consciente y otra inconsciente en la psique. La conciencia, regida por un Ego con voluntad de elección, mantiene el flujo de energía progresivamente hacia el mundo exterior en señal de adaptación y movimiento. Un dilema es, inevitablemente, un estancamiento de la progresión. En tal caso, el dilema demanda al Ego un elemento inconsciente para que sea resuelto. El Ego realizará un movimiento regresivo de la energía, hacia lo inconsciente.

Ahora, el Ego delimita su mundo consciente progresivo en una estructura arquetípica llamada Persona: un recorte de la psique completa. Abarca los elementos psíquicos sintónicos con el Ego, que son valorados por él y por la comunidad. Mientras más unilateral es la relación entre Ego y Persona, esta se vuelve más radical en sus lineamientos. Jung describe la Persona como la máscara social, que nace como una forma de interacción con el entorno, que inicialmente es solo una parte de nosotros que oculta todo lo demás. Sin embargo, creo que luego de un proceso de integración psicológico, la Persona se vuelve más flexible, integrada y menos radical. Pero se mantiene en el límite de la conciencia. Por tanto, la Persona representa los logros psicológicos del Ego.

Si la Persona de un individuo tiene la Verdad como un valor, no será un dilema una situación en donde deba confesar una mentira o ser castigado. Solo hay un curso de acción para ella. Si también ha integrado el valor de la Vida como algo positivo, se presentaría un dilema si debe elegir entre decir la Verdad o proteger la Vida. Uno debe primar sobre otro. Este ejemplo parece sencillo de resolver: la Vida vale más. Sin embargo, existen varios ejemplos con características que lo complejizan. Situación: acabo por esconder a un prisionero inocente condenado a muerte y la policía toca mi puerta preguntándome si lo he visto. Pensemos factores contextuales que podría motivar a un mismo Ego a una decisión:

  1. Es un inocente condenado a muerte, lo que es injusto y para mí, la Justicia es un valor que proteger;
  2. El prisionero pertenece al partido contrario al mío. Pero mentir es malo, así que le diría a la policía la verdad.
  3. Los miembros del partido contrario son malvados y deberían morir, así que lo entrego si tengo la oportunidad.
  4. Yo he vivido y sufrido la pérdida de un familiar inocente, y le evitaré el dolor a alguien más haciendo lo que yo necesité en otra ocasión.

En el primer caso, el Ego reflexiona subjetivamente en función de su Persona, que valora la justicia. Por tanto no percibe la situación como un dilema moral.

En el segundo caso, la justificación de no mentir parece razonable, pero en la práctica ejecuta un acto incongruente, pues deja ocurrir la injusticia de permitir la muerte de un inocente.

En el tercero, el Odio prima sobre cualquier valor de la Persona.

En el cuarto, la Empatía prima sobre el Odio o la Persona.

Ninguno de estos casos se presenta como un dilema moral, sino como una acción justificada.

Mi reflexión a partir de esto es la siguiente. Cada reflexión surge de un arquetipo diferente como se mostrará a continuación. Mientras el Ego se encuentre tomado por cualquiera de ellos, no percibirá un dilema. Sin embargo, si el Ego se encuentra en tensión entre dos de ellas, ocurrirá el dilema.

Por ejemplo, entre el caso 1) y 3) ¿debo ser justo o debo dejarlo morir por ser del partido enemigo?

Entre 2) y 3) ¿No mentir es lo realmente importante para mí o realmente lo que quiero es que lo maten?

 

En el caso 2) y 3) la decisión deja de pasar por la Persona. Aunque en el segundo intenta justificar la acción racionalmente desde un valor de la Persona, lo que en el fondo está motivando es el Odio, como se presenta en el tercer caso. La decisión está pasando por un complejo del inconsciente personal del individuo. Propio de la estructura llamada Sombra.

Los complejos de la Sombra son entidades semi autónomas, como pequeñas personalidades con voluntad propia, que toman el control de la conciencia. Se activan automáticamente cuando un elemento externo las suscita por tener algún tipo de relación con ellos. Contienen los elementos psíquicos que no se han integrado por ser considerados inferiores, como los instintos o cualidades que la cultura social rechaza y condena.

Continuando la lógica, cuando la Sombra actúa de modo autónomo, tampoco se genera un dilema moral. Una reflexión podría plantearle al Ego la duda: “si para ti el Odio es algo malo, y la Vida algo bueno, ¿por qué entregaste al prisionero?”. Para continuar sumergiendo la Sombra en lo inconsciente, se podría caer en la justificación (el caso 2): “preferí decir la Verdad, que para mí es más importante que la Vida”. Una reflexión más profunda podría revelar que finalmente sí fue por Odio que lo denuncia. Si el Ego solo está poseído por la Sombra, el Odio tampoco sufre ninguna presión ni pone al Ego en un dilema.

Solo al tomar conciencia de la Sombra esta situación se convierte en un dilema ético. Sea al tomar conciencia de la justificación o del Odio, el Ego ya se ve en una disyuntiva en el orden de la Sombra.

Tomar conciencia de la Sombra traslada al Ego desde una posición Unilateral (la Persona es la única verdad) a una Polarizada (tensión entre Persona y Sombra). Cuando la Sombra no es consciente, sin embargo, actúa defensivamente, como una estructura distinta de la Persona y que sin embargo es aceptada por el Ego (la negación y la justificación, en el ejemplo anterior).

Tomar conciencia de la estructura arquetípica Sombría pone al Ego en tensión. Por un lado, al enfrentar la incongruencia que le genera la Defensa. Por otro, al aceptar la polaridad entre lo que considera bueno y lo que realmente siente desde la Sombra.

Aunque la toma de conciencia genera el dilema subjetivamente, se requiere tomar más conciencia aún de los demás elementos epistemológicos para resolver el dilema.

La estructura arquetípica que hace de puente entre el Ego y el resto de la psique es el Alma (ánima y ánimus). Es decir, el Alma actúa durante la regresión de la energía, desde el mundo interno, revelando al Ego los elementos inconscientes de una manera deseable. Por lo tanto, los elementos Sombríos pueden ser percibidos de un modo aceptable para el Ego y así integrarlos. Además, el Alma abre al Ego la dimensión de la alteridad y amor al prójimo.

Lo que se vive como Odio por el partido enemigo desde la Sombra, el Alma lo podría revelar como Miedo de que el partidista lo aprisione y lo torture a él o a su familia (algo que pudo haberle ocurrido y haber suprimido o reprimido). El Alma revela un elemento de la Sombra que estaba en la génesis y núcleo del complejo. Por lo tanto, mucho más enraizado en lo inconsciente. Estos nuevos sentimientos e imágenes traídas por el Alma revelan aún más cosas: lo que el individuo de verdad desea es el Cuidado de sus seres queridos. El Cuidado puede ser un nuevo valor descubierto, predominante sobre el Odio al partido opuesto, y a la Verdad y a la Vida que superficialmente abanderaba la Persona. Si fuese este el caso, el individuo denunciaría al prisionero por Cuidar a su familia, pues si lo esconde lo pondría en peligro. Pero el elemento empático complica el asunto, al percibir al prisionero inocente como alguien similar a él, a su familia, planteando otro cambio al percibir el dilema: “no hay tanta diferencia entre este hombre inocente y mi familia, ¿lo sacrificaría solo por no poner en peligro a mi familia?”.

Además, el Alma también puede actuar como un complejo cuando el altruismo se hace patológico. En este caso, la identidad del Ego se ve invalidada frente al Otro, fusionándose con éste, asimilando sus deseos como los propios. Un fenómeno contrario al Narcisismo llamado Ecoísmo, entendido como un eco psíquico de la identidad de otro, nombrado así a raíz del mito de Narciso y Eco.

 

Esto presenta el siguiente escenario psicológico: Persona, Defensas, Sombra y Alma. Cada una podría actuar de forma autónoma, tomando el lugar del Ego. En esos casos, no hay conciencia ni dilema. Ocurre cuando la:

Persona actúa de forma unilateral,

Defensa actúa defensivamente (valga la redundancia),

Sombra actúe poseyendo al Ego,

el Alma actúe con ecoísmo.

 

Cuando el Ego logra sostener la tensión entre al menos dos estructuras, surge el dilema ético.

Dilemas desde la Persona

Con las Defensas, se produce una incongruencia valórica, pues reconoce que detrás de la justificación o cualquier otra defensa hay una intención encubierta disonante.

Con la Sombra ocurre una polaridad entre lo moralmente correcto y el sentimiento subjetivo negativo.

Con el Alma la relación es de deseabilidad, siendo una tensión porque lo que de verdad deseamos a menudo no es socialmente aceptado o fácil de hacer. Hacer lo que deseamos puede requerir un riesgo, ser rechazados por lo que otros esperan de nosotros, por hacer lo correcto por sobre lo que moralmente se espera.

Dilemas desde la Defensa

Cuando actuamos defensivamente, podemos vernos en un dilema de autenticidad en tensión con la Persona. Siguiendo el ejemplo del caso 2), “¿digo la verdad porque soy honesto realmente?”.

Cuando la Sombra amenaza con invadirnos, la Defensa nos protege. “¿Estoy siendo honesto o en el fondo quiero que muera?”.

Ante el Alma, se revela al Ego que su verdadera motivación podría ser otra. “¿Ser honesto y que muera, o tal vez lo que de verdad quiero es perdonarlo?”

Dilemas desde la Sombra

Cuando actuamos poseídos por la Sombra, las Defensas aparecen como una forma de autocontrol. “No estoy pensando en lo que hago, necesito calmarme para pensar qué quiero”.

Cuando aparece con la Persona, los que preocupa es la respuesta desadaptada. “Si fuera por mí los mataría a todos, pero no sería humano hacer eso”.

Cuando aparece con el Alma, la tarea es de aceptar lo que realmente necesita. “En realidad no es odio, sino temor de que me ocurra a mí o no poder evitar que les pase a mis seres queridos.”

Dilemas desde el Alma

Con la Sombra, el Ego reconoce que además de querer ayudar tiene sus propios intereses “narcisistas” (en un sentido positivo, deseos de su propia subjetividad que también debe validar), como el de proteger también a su familia.

Con la Defensa, la tensión surge como medida de autocuidado, cuando la actitud del Alma está dejando demasiado vulnerable al Ego y comienza a necesitar poner límites. “Si lo ayudo demasiado, puede acabar traicionándome”.

Con la Persona, la actitud de servidumbre absoluta se tensiona con objetivos realistas. “Lo puedo ayudar, pero ¿hasta qué punto debería ayudarlo dados mis condiciones y valores?”.

Persona y Alma pertenecen al polo de lo social e interiormente deseable, respectivamente. Mientras que la Defensa y la Sombra están en el polo de lo que necesitamos mantener al margen: el polo indeseable. Por otra parte, la Persona y la Defensa pertenecen al dominio del Yo, de la identidad personal, mientras que la Sombra y el Alma se relacionan con la otredad, la alteridad, que puede ser otro físico como el otro interior (el inconsciente).

El modelo aporta una utilidad práctica en varios sentidos. Sirve como un marco de referencias para entender al sujeto a partir de un dilema moral. Si no percibe dilemas morales, o bien está muy integrado psíquicamente, o no logra mantener la tensión con lo inconsciente.

Este estado progresivo puede estar ocurriendo desde cualquiera de los cuatro arquetipos mencionados. Cada uno aporta información sobre el carácter del sujeto y guía también el encuentro con lo inconsciente.

Nos guía en terapia, por ejemplo, orientando las preguntas. Una persona que solo hace lo que es socialmente necesario, sin identidad propia, deprimida por no dar espacio a sus propios deseos, se encuentra en el Ánima ecoísta. No ve dilemas, por lo que tampoco ve sentido. En su Sombra se encuentran sus deseos más ocultos junto con su identidad personal, por lo que necesita un poco de “narcisismo” creativo para mirarse a sí mismo. “¿Realmente quieres servir a los demás? ¿Qué hay de tus otros deseos que me comentaste? ¿Cómo equilibras estas dos motivaciones?”.

En el diseño de juegos de rol, orienta la creación de escenarios y situaciones. Por ejemplo, para la misma persona anterior, en una instancia donde pueda ayudar a mucha gente a estar mejor, aunque ya están relativamente bien, pero a la vez tenga la oportunidad de hacer realidad un deseo casi olvidado pero que desea mucho.

Jung plantea el proceso de individuación con una estructura lógica que comienza por identificar la Persona, seguido de las defensas que forman parte de la Sombra, para luego continuar con el Alma. Si un individuo se encuentra tomado por las Defensas, la Sombra o el Alma, necesariamente conviene que logre desarrollar una Persona con preguntas que generen dilemas de autenticidad, adaptación o servicio, respectivamente.

Podemos hacer reflexionar al Ego desde la Persona planteando dilemas de incongruencia hacia sus actitudes Defensivas, luego de protección hacia la Sombra, y finalmente de aceptación hacia el Alma.

 

Volviendo al primer ejemplo, el paciente podría decir: “delataría a la persona porque siempre digo la Verdad”. Si pudiéramos conocer su Sombra anticipadamente, entenderíamos la justificación, reconoceríamos que responde desde la Defensa y que lo hace porque odia al partido contrario. Podríamos intervenir con otro dilema como “la misma situación, pero ahora el prisionero es de tu propio partido, ¿qué harías?”. Esto puede generar reflexión sobre si realmente lo importante es decir la verdad (dilema de incongruencia) o tal vez comprenda que antes lo denuncia por odio (dilema de protección).

En síntesis, los dilemas éticos solo existen para el Ego cuando se diferencia del inconsciente y es capaz de sostener la tensión entre dos arquetipos. El Ego puede ser educado si anticipadamente conocemos sus Defensas, Sombra o su Alma, mostrando estas estructuras a través de preguntas o de escenarios alegóricos en el marco de un juego de rol. El pensamiento dirigido, en su actitud económica, recurre rápidamente a la Defensa cuando no tiene los medios para elaborar el inconsciente. A través del juego, este pensamiento queda supeditado al fantaseo donde los mismos símbolos del entorno aportan información que no puede ser descartada por el pensamiento dirigido. Como resultado, el dilema ético es vivido como una experiencia que refleja nuestra identidad total.

Por último, la terapia siempre tendrá su propio curso. Los modelos y diagramas comprensivos son solo un esfuerzo por conocer las estructuras psíquicas (arquetípicas) que subyacen a los procesos mentales. Conviene ver la estructura arquetípica como reglas del juego más que como procesos lineales y abandonarlos mientras estamos frente a frente con el paciente para evitar encauzar su propio proceso.